Mouris Salloum George*
Sin tratar de esquivar el mundanal ruido de la transición presidencial, sino desde su mismo centro de gravedad, recuperamos este gratificante imperativo categórico: Invertir en las aptitudes socioculturales del niño genera más beneficio social y económico.
El enfoque se dirige a la infancia temprana-entre los tres y los siete años-, periodo en el que se descubre y se desarrolla una rica veta de plasticidad especial. Esto es, de observación, aprendizaje y asimilación como equipaje para transitar a los siguientes ciclos vitales del ser humano.
La iniciativa fue expuesta al alimón por los investigadores Antonio Rizzoli, experto en neurología, y Richard Davison, profesor de la Universidad de Wisconsin-Madison.
La oportunidad para abordar ese sensible tema lo ofreció en la Ciudad de México el Foro de Liderazgo e Innovación Preescolar, concebido y puesto a caballo para promover la educación emocional de los infantes.
Imperativo moral: Desarrollar las habilidades de los niños
Davison, fundador del Centro de Investigación de Mentes Saludables, planteó el imperativo moral de desarrollar las habilidades de los niños en edad temprana. Su impacto hacia los 30 años de edad, es más importante aun que el coeficiente intelectual.
El ponente parte de una juiciosa advertencia sobre la capacidad de atención y concentración: La receptividad de las personas en la era actual es mucho menor que la que tenían los adolescentes hace 50 años. La causa: El advenimiento de la tecnología, ahora muy comunes, como los celulares, las tabletas y los juegos digitales.
Aclara Davison que se pretende que esos dispositivos digitales se utilizan para socializar. El resultado es que los adolescentes se sienten más aislados que antes. Pese a que en apariencia hay más comunicación, se sienten ahora más solos.
Veinte millones menores de 15 años
Por nuestra parte, consideramos que el asunto no es de poca monta: Aunque, siguiendo la tendencia de crecimiento poblacional al concluir 2018 seremos 126 millones de habitantes, a un corte de 2015 la población menor de 15 años era ya de poco más de 20 millones de individuos.
Dada la situación socioeconómica de la mayoría de 25 millones de hogares mexicanos, a partir de esa edad o menos, esos infantes-niños-adolescentes son lanzados a alguna actividad “rentable”, aunque sea de franeleros, para auxiliar en la manutención de sus familias.
Los estudios más recientes (ONU/ Organización Internacional del Trabajo) indican que en el mercado laboral mexicano están activos casi cuatro millones aplicados al trabajo infantil, que carecen de las más elementales prestaciones de Seguridad Social y, por supuesto, de tiempo y energía para su formación educativa.
El tema no es sólo de neurología y economía, según las perspectivas del foro comentado. La cuestión es de desarrollo humano integral para hoy mismo y, por supuesto, para el futuro.
Estamos en plena transición de gobierno en que se habla de una nueva era. No podemos menos que recordar a Lincoln: Los políticos se preocupan por las próximas elecciones. El verdadero estadista vela por las próximas generaciones. ¿Alguien más podrá recordarlo? Vale.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.